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¿Cuál es el impacto de la tecnología en el medio ambiente?

27/04/2023
David Bollero

El impacto de la tecnología en el medio ambiente es un tema que preocupa cada vez más, a pesar de que se piense que la digitalización está contribuyendo a la protección del medio ambiente. Las estadísticas de uso de papel que se manejan respaldan ese pensamiento: de media, algunas consultoras cifran en 10.000 las hojas de copia impresas cada año por un trabajador, de las cuales una gran parte son desechadas.

¿La transformación digital es la panacea de la sostenibilidad? Quizás no, aunque en nuestro día a día no somos conscientes de ello. Enviar solo un correo electrónico equivale a 4 gramos de CO2  y cada vez que realizamos una búsqueda en Google se precisa tanta energía como la necesaria para mantener encendida una bombilla casi dos minutos (108 segundos). Considerando que el motor de búsqueda procesa más de 8.500 millones de búsquedas cada día, “¿cuál es el impacto de la tecnología en el medio ambiente?

Desventajas de la tecnología en el medio ambiente

La nube, con la decidida apuesta por los entornos híbridos multicloud, se ha situado como uno de los elementos esenciales de cualquier proyecto de transformación digital Este modelo se asocia a incrementos de eficiencia, una mayor flexibilidad, a ahorros de costes y a una mayor sostenibilidad. ¿Realmente es así?

 La reducción en el consumo de insumos y la menor necesidad de servidores en la empresa al alojar buena parte de la información y aplicaciones en centros de datos externos nos lleva a pensar que con esos ahorros mejoramos el entorno. Algunas investigaciones, como la publicada por Accenture, sostienen que migrar hacia la   gestión cloud puede reducir la huella de carbono de una empresa por usuario entre un 30% y un 90%.

 Sin embargo, ¿qué sucede en la nube o, por ser más precisos, en los centros de datos necesarios para sostener todo ese entramado IaaS, PaaS y SaaS en internet? Se estima que detrás de la nube existen más de 7,2 millones de centros de datos, cuyos servidores están encendidos las 24 horas del día los 365 días del año. No   es muy difícil imaginar la extraordinaria cantidad de energía que consumen estas instalaciones y las emisiones de carbono a la atmósfera derivadas de ello. Internet genera al año la misma cantidad de carbono que Hong Kong, Singapur, Bangladesh, Filipinas, Sri Lanka y Mongolia juntos.

 Estudios recientes de la Universidad de Lancaster estiman que la nube es responsable de entre una cuarta parte y el 1,5 % de todas las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial, lo que equivale al menos 100 millones de toneladas de CO2.

 

La factura ambiental de refrigerar

Uno de los aspectos más a tener en cuenta cuando hablamos del impacto de la tecnología en el medio ambiente es la refrigeración. Los servidores detrás del cloud se sobrecalientan en exceso y es preciso enfriarlos para que no se produzcan caídas de rendimiento o su parada.

Tradicionalmente, esta refrigeración ha tenido carácter mecánico, utilizando el aire para evitar el sobrecalentamiento de las máquinas. Esta refrigeración puede llegar a requerir casi el 40% del consumo energético de un datacenter. Esa cifra puede dar una idea del impacto real, pero aún puede ser peor. La llegada de la Inteligencia Artificial (IA) y de otras tecnologías big data requieren una capacidad de computación muy significativa, disparando el sobrecalentamiento.

La refrigeración por aire ya no es suficiente y ha de recurrirse al enfriamiento mediante agua. Y el consumo de un bien tan escaso como éste no es menor: según cifras de Virginia Tech, un datacenter medio puede llegar a consumir en un solo día más de 1,1 millones de litros de agua. Además, uno de cada cinco centros de datos en EEUU extrae esa agua de cuencas hidrográficas estresadas.

 Cómo reducir el impacto de la tecnología en el medio ambiente

No todo son malas noticias. La clave para mitigar este impacto ambiental de la tecnología se encuentra, en realidad, en la misma tecnología. En primer lugar, con innovaciones como la virtualización, que gracias a sus máquinas virtuales permite la ejecución de muchas aplicaciones en un solo servidor físico, mejorando su rendimiento y consumo energético. 

En segundo lugar, las energías renovables como la energía solar o fotovoltaica están contribuyendo a que estos consumos de energía tan desmedidos, al menos, procedan de energías limpias y no de quemar combustibles fósiles que favorezcan los efectos de gases invernadero.

El otro paso, claro está, es reducir esa demanda energética. La misma IA que ha disparado los consumos puede, al mismo tiempo, ayudarnos a optimizarlos. Ya hay compañías que se apoyan en algoritmos y aprendizaje automático para automatizar el rendimiento de los componentes individuales de los sistemas, incluidos los equipos de refrigeración. De este modo, el coste total de energía de un edificio se puede recortar hasta en un 25%, reduciendo su huella de carbono entre un 20% y un 40%.

Por otro lado y en lo que a la refrigeración se refiere, algunas compañías están logrando evitar recurrir al agua, reciclando y enfriando el aire caliente con bobinas de intercambio de calor que lo vuelven de nuevo frío, aprovechando además el descenso de temperatura nocturno para refrigerar por aire ambiental durante cerca del 70% del año. Otras compañías, además, apuestan por sistemas de enfriamiento por inmersión líquida en un líquido dieléctrico térmicamente conductor, que reduce drásticamente el consumo de agua.

La importancia de medir

Lo que no se mide, no se puede mejorar. Esa máxima está muy presente en Esker, que desde 2018 estableció procesos para determinar sus emisiones de carbono, analizadas desde sus tres tipos de alcance: Alcance 1 (emisiones directas producidas por quema de combustibles por parte del emisor), Alcance 2 (emisiones indirectas generadas por la electricidad consumida y comprada por el emisor), Alcance 3 (emisiones indirectas producidas por la actividad del emisor pero que son propiedad y están bajo el control de un agente externo al emisor).

Gracias a estas estas métricas y las conclusiones que se incorporan en los informes anuales de rendimiento energético, Esker puede reducir su huella de carbono y mitigar el impacto de la tecnología en el medio ambiente, lo que sumado al resto de iniciativas ESG que lleva a cabo le ha valido disfrutar de las mejores calificaciones en los ránkings de empresas sostenibles.

La nube y los modelos cloud traen extraordinarios beneficios, es indiscutible, pero debemos ir más allá de emplear la tecnología para reducir sus efectos perversos de consumo energético. Si no se modifican las prácticas actuales, las TIC podrían representar el 21% de la demanda mundial de electricidad para 2030.

Por este motivo, las organizaciones deberían autoevaluarse y averiguar si sufren una suerte de síndrome de Diógenes digital pensando erróneamente que el almacenamiento de información es infinito. No lo es, pues pasa factura al medio ambiente y algunas estimaciones apuntan a que el 90% de los datos se vuelven redundantes tres meses después de su creación. Por este motivo, confiar en la tecnología es importante, pero inculcar buenos hábitos digitales, apostando por la calidad de los datos sin duplicidades, aún más.

Si quieres saber más sobre nuestra política de ESG puedes descubrirla en este vídeo ⬇️

Author Bio

David Bollero

David es periodista y lleva desde finales de los años 90 escribiendo sobre ciencia y tecnología para diversas publicaciones. Durante este tiempo, ha podido ver de primera mano la evolución del impacto de los avances en la sociedad. Convencido de que más crucial si cabe que la tecnología en sí es el uso que se hace de ésta, trata de poner su punto de mira en esa dirección.

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